Debe haber algo extrañamente sagrado en la sal: está en nuestras lágrimas y en el mar. Khalil Gibran (1883-1931) Ensayista, novelista y poeta libanés.
jueves, 5 de marzo de 2009
AÑIL CLARIVIDENTE
Charolaba el sol los verdes de los prados
donde el río doblega su bravura
y ardimos en el vaho calinoso
ante el etéreo añil del cielo primigenio.
En la distancia una fumata blanca
-cual prometida oculta por un lienzo-
se disipaba inconsciente en el espacio
como un sinuoso y sosegado acróbata.
Con perezoso suspiro susurraste:
Mi amor es limpio y fuerte,
como el manantial que brota transparente
detrás de los neveros.
Al terminar me mirabas de reojo
-con el aliento en vilo y mi sombra surcando tu retina-
Y eras como aquel cielo,
añil clarividente.
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© MAR – Febrero2009
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1 comentario:
Nada más pulcro, libre y traslúcido que ese añil clarividente de las palabras de amor sin mancha.
Olimpia.
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