jueves, 5 de marzo de 2009

AÑIL CLARIVIDENTE












Charolaba el sol los verdes de los prados
donde el río doblega su bravura
y ardimos en el vaho calinoso
ante el etéreo añil del cielo primigenio.

En la distancia una fumata blanca
-cual prometida oculta por un lienzo-
se disipaba inconsciente en el espacio
como un sinuoso y sosegado acróbata.

Con perezoso suspiro susurraste:
Mi amor es limpio y fuerte,
como el manantial que brota transparente
detrás de los neveros.

Al terminar me mirabas de reojo
-con el aliento en vilo y mi sombra surcando tu retina-
Y eras como aquel cielo,
añil clarividente.

---

© MAR – Febrero2009

1 comentario:

Simplemente Olimpia. dijo...

Nada más pulcro, libre y traslúcido que ese añil clarividente de las palabras de amor sin mancha.

Olimpia.