Era mayo y estaba viva,
cubierta con un lienzo vaporoso,
fácil inspiración para un rapsoda y su escalpelo,
para su obra y su deseo más íntimo,
para el acento y su vena inflamada.
Era mayo y le esperaba
sentada en la mecedora del Mirador del Sur
con los ojos de bitácora sagrada,
con las chinelas bordadas de cuentas de colores
y la garganta sedienta de pasión.
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© MAR – Mayo2010
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